A pesar de transformarse en uno más proactivo e intenso, el juego de la balona no fue suficiente para sumar puntos en casa. Las decisiones arbitrales y el infortunio condenaron a un equipo sin respuesta. Tras la jornada 30, El ‘play-out’ yace a unos lejanos 4 puntos de los albinegros.
La Real Balompédica Linense encadena ya cinco partidos sin puntuar ni marcar. Los aficionados balonos presenciaron el pasado domingo un episodio más de la sobrecogedora crisis deportiva del equipo. Ligeramente esperanzados por la nueva cara que mostraron los albinegros (no por nueva espectacular, sino apenas digna) al principio del choque, volvieron a desesperarse con el enésimo varapalo del curso. La renovada Balona duró lo que tardó el Xerez CD en, de un golpe de suerte, ponerse por delante en el marcador. Intimidados, quizá, por el gamberro comportamiento del fondo visitante (donde concurrieron, de forma excepcional, más de 1000 almas), los jugadores locales decayeron en intensidad y repitieron el tradicional patrón de ‘pelotazo y a huir’. Con la llegada de la inferioridad numérica, la ‘recia’ estaba más que noqueada.
Un inicio ilusionante
La Balona, en un inusual ejercicio de intensidad, consiguió poner en aprietos al Xerez CD. Los de azul fueron los que, en los primeros minutos de la contienda, fueron obligados a hacer uso de tácticas más arcaicas y desorganizadas. Los blanquinegros, en lo que no puede explicarse de otra forma que no sea: o bien una sobrenatural posesión espirituosa, o un pulido intento de dopaje; defendían y atacaban, por vez primera en mucho tiempo, correcta y simultáneamente.
Fue el nerviosismo ante la sumisión de su equipo, postor por el ascenso; lo que hizo que Armengol, punta azulino, se apresurara en efectuar dos entradas dignas de amarilla en los primeros 45 minutos. El árbitro, benevolente, decidió perdonarle la roja con tal de no romper el partido. De las botas del 22, precisamente, salían los contragolpes más amenazantes de los jerezanos.
Un gol ‘de pinball’ puso al Jerez por delante.
Y de uno de ellos surgió la ventaja en el marcador. La Balona antes, en una prolífica acción ofensiva, consiguió poner a Dani Villa solo frente al arco defendido por Isma Gil. Uno de los zagueros visitantes, avispado, metió la punta de la bota. Dani Villa, desde ese entonces, no dio señales de vida.
Armengol, empleando la fuerza explosiva característica de su tren inferior, arrancó un sprint que solo pudo ser parado con falta. El balón fue puesto en el césped a escasos centímetros de la línea lateral que delimita el área. La sobrevoló fugazmente y, tras tocar en la barrera, el esférico se envenenó. Fran Moreno, que se vio capaz de salvar la situación, la desvió con la cabeza mandándolo irremediablemente al fondo de las mallas. Al jerez le cayó un gol del cielo, y a la Balompédica linense un peso que no fue capaz de aguantar sobre sus hombros.
La Balona degradó en el engendro que acostumbraba ser.
Después del gol, el descanso, y unos cambios incomprensibles que dejaron a la Balona sin Joao Pedro en el campo (único jugador de esos de los que se puede esperar una genial chispa de magia), todo volvió a ser lo de siempre en el nuevo estadio. El Xerez no se avergonzó de enseñar a la Balona que, efectivamente, el gol ya les valía e iban a aparcar el autobús. Jack Harper entró al verde en su papel de ‘pescador de balones’, en virtud del cual, normalmente, solo puede sacar alguna que otra ‘pedrada’ de las opacas aguas del agitado mar blanquinegro. El Xerez esperó cómodo al error rival. Este, que desde la perspectiva de un psicólogo deportivo resultará probablemente comprensible, llegó.
Una roja absurda agotó la paciencia de la leal hinchada.
Sergio Chica llegó tarde a un balón al que él, por rabia, intentó llegar a sabiendas de que era imposible. Tras ganarse la roja, más o menos injusta bajo la óptica de cualquier aficionado, la Balona terminó por languidecer. El Xerez mató a su rival en un pase lateral sin defender que Diego Domínguez empujó sin marca hacia la portería. El solemne escopetazo, canjeado por gol a 10 minutos de que se diera por finalizado el partido, disparó en la tribuna reproches de toda clase.
Una tarea imposible
Lo cierto es que nadie cae ya en el pasional autoengaño. Lo mejor ahora mismo para la entidad linense es asimilar el golpe, nunca antes visto, del descenso a quinta categoría. Romerito, exento de culpa, puesto que se le ha puesto encima la presión de una tarea imposible, a cambio de quedar en los libros de historia como ‘el entrenador del descenso’, insiste en creer. Mientras, los dirigentes se encaran con la afición. ¿Cuándo escapará, la antaño ‘Recia’, del trienio de miseria que ha sufrido desde que se asentó el nuevo sistema de divisiones inferiores español? Las últimas 4 jornadas se presentan como unas de las más importantes de la historia del club. Todo lo que no sea ganar lo hundiría en el pozo definitivamente.