Desde su creación en 1960, la Copa Europea de Naciones de la UEFA ha dado origen a múltiples historias. Algunos de sus protagonistas se han labrado carreras deportivas llenas de éxito, sin embargo, otros han pasado más desapercibidos pese a grabar sus nombres con tinta en los libros del fútbol. Durante las tres primeras ediciones del torneo, tres hombres protagonizaron el momento más recordado de quienes se alzaron con el título.
VIKTOR PONEDELNIK.
La final del campeonato inaugural de la Eurocopa en 1960 se resolvió en la prórroga entre la Unión Soviética y Yugoslavia. Viktor Ponedelnik, por aquel entonces un joven delantero soviético con apenas dos partidos disputados en la selección, se consagró como héroe con un gol de cabeza que rompía el 1-1 en el marcador y coronaba a la URSS como primera campeona.
Viktor nació en la ciudad de Rostov del Don en 1937, pero con tan sólo cuatro años se vio obligado a escapar en el último tren con destino a Tiflis como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Con 19 años comenzó su andadura en el fútbol con el FC Rostselmash, un equipo de trabajadores de una fábrica de cosechadoras que militaba en cuarta división. Allí logró un inesperado ascenso que le sirvió para fichar por el FK Rostov, equipo en el que desarrolló la mayor parte de su carrera, aunque pasó dos esporádicas temporadas en el CSKA y Spartak de Moscú. Con 29 años se vio obligado a colgar las botas tras no recuperarse de una operación de apendicitis, pero pese a ello representó a su país en dos Eurocopas y una Copa del Mundo, marcando así su nombre en la historia.
MARCELINO MARTÍNEZ.
Pese a los grandes talentos que destacaban en la selección española como Chus Pereda, Luis Suárez o Amancio Amaro, el autor del gol más importante de la historia de nuestro país hasta la época reciente fue obra de Marcelino Martínez. El delantero gallego, a pocos minutos del final, convirtió el gol que nos hizo tocar la gloria por primera vez batiendo a los vigentes campeones de la URSS liderados por Lev Yashin en portería.
Marcelino sólo disputó 14 partidos con la selección, pero siempre será recordado por aquel gol de 1964. Durante esos años formó parte del “Zaragoza de los 5 magníficos”, dónde se alzó con dos Copas del Generalísimo y una Copa de Ferias. Aún hoy día sus 117 goles representando a los maños le mantienen como el máximo goleador de la historia del club. Tras 10 temporadas en la capital aragonesa, colgó las botas y regresó a su Ares natal dónde sigue residiendo a día de hoy.
GIACINTO FACCHETTI.
En 1968 los italianos, que disputaban el torneo como local, se alzaron con el título después de derrotar a Yugoslavia en el partido de desempate tras el 0-0 inicial de la final. Pero este no fue el único empate de los “azzurri” en el torneo. En semifinales contra la Unión Soviética el resultado fue de 0-0 tras dos prórrogas y ante la inexistencia de las tandas de penaltis, la norma establecía que el ganador del partido se decidiría con el lanzamiento de una moneda. El árbitro sacó de su bolsillo una moneda dorada, el capitán Giacinto Facchetti eligió cara y el azar hizo que consiguiera el pase a la final para su equipo.
Facchetti era un antiguo velocista de atletismo que probó suerte en el fútbol. Finalmente se acabó convirtiendo en un defensor de época y un indiscutible en el mejor Inter de Milán de la historia bajo las órdenes de Helenio Herrera. Allí desarrolló toda su carrera como futbolista y siguió vinculado al club hasta convertirse en presidente. Tan grande es su legado que los del Giuseppe Meazza retiraron el dorsal número 3 en su honor tras su fallecimiento. Era una persona que destacaba por su liderazgo, su elegancia y… por su fortuna en el juego. Por eso algunos como Dino Zoff o Tarcisio Burgnich aseguran que cuando Giacinto fue al vestuario con el árbitro y el capitán rival para lanzar la moneda sabían que volvería festejando la victoria.