Han tenido que pasar seis temporadas, cinco eliminaciones, muchas pesadillas y un sinfín de reconstrucciones para volver a verlo: el Barça está en semifinales de la Champions. Y no ha sido gratis. Ni mucho menos. En Dortmund tocó sufrir como hacía tiempo. Guirassy firmó un hat-trick, la grada alemana empujó como si no hubiera mañana y el Barça, por momentos irreconocible, estuvo contra las cuerdas. Pero resistió. Gracias al 4-0 de la ida, claro. Pero también gracias a que este equipo ha aprendido algo clave: no siempre se gana jugando bien, a veces toca sobrevivir.
Porque esto fue una supervivencia en toda regla.
Primera parte: un torbellino amarillo
Si alguien esperaba un trámite, no entendió lo que significa jugar en el Signal Iduna Park con una semifinal europea en juego. El Dortmund salió como un toro desatado y el Barça ni lo vio venir. Presión alta, juego directo, transiciones salvajes… y errores. Muchos errores.
El primero, el de Szczesny. El portero polaco, que venía siendo seguro desde su llegada, salió a por uvas y se llevó por delante a Gross en el área. Tras revisar el fuera de juego, el árbitro señaló penalti. Guirassy, con una sangre fría brutal, lanzó una panenka. 1-0. El estadio explotó.
Y el Barça desapareció. Literalmente. Imposible salir, imposible respirar, imposible construir. Lamine Yamal y Raphinha acumulaban pérdidas en cada intento de contra. El brasileño acabó el partido con 17 balones perdidos; el joven español, con 21. Un lastre imposible de disimular.
El Dortmund, mientras tanto, rozaba el segundo. Bensebaini se animó, Gross la tuvo en otra llegada y Brandt avisó con una que anuló el linier. Sólo Fermín, con una clarísima que mandó alta, pareció dar algo de vida. Pero el 1-0 al descanso era lo mejor que le podía pasar a los de Flick.
Segunda parte: de susto a alivio y vuelta al infierno
Nada más arrancar la segunda parte, palo tremendo: jugada ensayada del Dortmund, peinada al segundo palo y Guirassy volvió a aparecer. 2-0. El Barça empezaba a ver fantasmas. El 4-2 en el global ya no era tan tranquilizador. No cuando el equipo no daba tres pases seguidos.
Entonces, apareció Fermín. Una vez más. En una jugada sin aparente peligro, el andaluz metió un centro fuerte al corazón del área y Bensebaini, que estaba completando su propia montaña rusa, la mandó dentro. Gol en propia. 2-1. Respiró el Barça.
Flick aprovechó para meter a Pedri, que le dio algo de control y pausa al mediocampo. Por momentos pareció que el partido se podía dormir. Pero no. Esto era la Champions. En el 76’, centro de Duranville, despeje fallido de Araujo y hat-trick de Guirassy. 3-1. El miedo volvió.
Y por si no bastara, Brandt marcó el cuarto… anulado por fuera de juego. Todo el estadio creyó por unos segundos. Pero no. Esta vez, el VAR estaba del lado blaugrana.
El peor Barça de Flick… pero suficiente
En frío, nadie en el vestuario culé podrá estar contento con el partido. Malas decisiones, errores en salida, pérdidas absurdas y cero control del ritmo. Flick apostó por rotar, con Fermín y Lamine de titulares y sin Pedri de inicio, y lo pagó. En defensa, el equipo fue superado una y otra vez. Szczesny falló, Araujo cometió errores impropios de su nivel y hasta Cubarsí, que suele ser fiable, mostró dudas.
Pero, como dijo Araújo tras el partido: “En otro momento este partido se nos escapaba”. Y tiene razón. Este Barça, con todos sus defectos, tiene algo que no tenía hace unos años: fe. Mentalidad. Capacidad de resistir. Y eso en Champions cuenta tanto como el talento.
Una noche para recordar… y para corregir
En resumen: el Barça está en semifinales. Lo logró en uno de los estadios más intimidantes del mundo, en una noche donde casi nada salió bien. Pero clasificarse cuando no juegas bien es, quizás, el síntoma más claro de que estás creciendo como equipo.
Ahora, a esperar rival: Inter o Bayern. El viaje sigue.
Y sí, el Barça vuelve a estar donde quiere estar. En el mapa. En el foco. En las semifinales de la Champions League.