Una gran reacción del equipo en la segunda parte y un Guruzeta sublime deciden el partido

Después de la primera derrota en Champions ante el Arsenal, el Athletic volvía a jugar en la máxima competición continental con su gente y en su casa. En “La Catedral” se veían las caras el Athletic y el Qarabag, en el partido correspondiente a la jornada 3 de la Champions League, al que ambos equipos llegaban con dinámicas completamente distintas.
Por un lado, estaba el conjunto vasco, que llegaba después de dos derrotas en la competición. Cierto es que esos tropiezos habían sido ante rivales complicados, pero eso no significaba que las sensaciones en lo futbolístico fueran malas. Aun así, con la necesidad imperiosa de sumar de tres, los rojiblancos veían el encuentro como su primer “match ball” para seguir con vida en el torneo.
Por el otro lado, llegaba el Qarabag, un equipo que había sumado seis puntos de seis posibles hasta el momento. Con una defensa sólida y un ataque veloz, los azeríes visitaban Bilbao con la intención de volver a dar la sorpresa y de certificar prácticamente su presencia entre los 24 mejores equipos del torneo.
El partido comenzó de la peor manera posible para el equipo local. Un error inadmisible en la Champions League permitió a Andrade plantarse solo ante Unai Simón y poner el 0-1 en el marcador con una definición de calidad. El conjunto azerí celebraba y su afición desplazada gritaba de alegría. Ernesto Valverde apenas se lo creía en la banda, mientras en las gradas comenzaba a escucharse el runrún.
El Athletic intentó levantar el resultado con alguna que otra ocasión, pero la falta de claridad en la creación de juego, la poca atención en ataque y los constantes errores en pases, regates y definiciones dejaban en evidencia las malas sensaciones del equipo. Los hermanos Williams eran el fiel reflejo del inicio de temporada de los leones: muy decepcionante.
Cerca del minuto 40 de partido, el capitán Iñaki Williams caía lesionado y se veía obligado a abandonar el terreno de juego, dando entrada a Álex Berenguer. En ese preciso instante, la cara del Athletic cambió por completo. El ritmo aumentó, la calidad por las bandas comenzó a notarse mucho más y las sensaciones eran completamente distintas. Así, poco antes del descanso, un fabuloso pase al espacio de Jaureguízar y una magnífica definición de Guruzeta sirvieron para empatar el encuentro.
En la segunda mitad se vio a un Athletic completamente distinto al de la primera parte: defensivamente sólido, robando balones sin parar en el centro del campo e insistiendo una y otra vez en ataque. Todo ello provocó que el Qarabag retrocediera cada vez más hacia su propia área.
Ernesto Valverde realizó varios cambios con los que el equipo salió aún más fortalecido. Con la entrada de jugadores como Rober Navarro, el Athletic ganó profundidad por la banda izquierda, y con la incorporación de Galarreta en el centro del campo, el equipo ganó en estabilidad y control.
Pocos minutos después, Rober Navarro hizo estallar a San Mamés con un gol antológico, quitando las telarañas de la escuadra. Los leones se ponían por delante en el marcador, tras merecerlo durante toda la segunda mitad. El Qarabag seguía completamente aturdido, sin capacidad de reacción.
Y poco después, Guruzeta firmó el 3-1 con otro gol espectacular desde fuera del área, sorprendiendo por completo al guardameta azerí. De esa manera, el Athletic pudo gestionar los minutos finales con tranquilidad, pero sin perder la concentración para evitar errores como el del gol rival.
Con el pitido final, la afición bilbaína estalló de alegría: después de 11 años, el Athletic lograba una nueva victoria en la Champions League. Qué difícil parecía hace unos años, y qué bonito es saborearlo una vez conseguido. El equipo dejó buenas sensaciones y ya prepara el próximo duelo ante el Getafe en casa.
