Si bien Luis García Plaza ha sido villano de una monografía mal contada y prevalece ya como historia cosmogónica del Deportivo Alavés contemporáneo, la cruda realidad sigue zarandeando a la entidad bajo la tutela de un nuevo capataz, Eduardo Coudet. «Intenta no volverte un hombre de éxito, sino un hombre de valor» postuló un eminente Einstein en su plenitud vital, algo que tratará de cumplir, siendo esto tarea ardua. Saquemos pues el bisturí y hagamos una disección de la historia reciente de un club, no entendida sin el inestimable influjo de la tormenta perfecta que ahora los sitúa al borde del ostracismo deportivo.

Disección del estilo consustancial a Coudet
Múltiples años cuestionablemente exitosos abalan a Eduardo Coudet y su metodología intrínseca. Podríamos deleitarnos con los más famosos entrenadores argentinos para tratar de entender su filosofía, pues efigies más que de renombre se acercan a su forma de ver el fútbol. El estilo de Coudet, habida cuenta de que son muchos los aspectos a escudriñar y moldear, es constituido por distintos factores, teniendo en cuenta ese pequeño percentil que varía dependiendo del club en el que se milita.
No es un secreto que la defensa en bloque adscrita a la formación 4-4-2 sigue siendo uno de los pilares fundamentales, y es ahí donde Guridi se postra como la mejor de las pesadillas del «Chacho». Trabajo sucio, valor posicional mutante de un 4-4-2 a un 4-3-3 y solidez son algunas de las características consustanciales a un mediocampista total. Es también un verso libre en ataque, donde rutila apareciendo en banda aprovechando los incansables desmarques de Carlos Vicente y aguanta el balón de terrenos indeseados.
Para nivelar esas aventuras se encuentra Antonio Blanco, favoreciendo la salida de tres y permitiendo que se escore Abdel Abqar, con libertad en el desplazamiento en largo, habida cuenta de los arrastres que pueda provocar Joan Jordán, el cuál sentencia a cadena perpetua a un Ander Guevara ya en cautiverio. Antonio posee la inteligencia táctica para levitar en esos bloques aguerridos en 4-3-3, buscando cortar líneas de presión con su omnisciente control orientado.
Carlos Martín destaca por ser un enlace casi perfecto, generalmente recibiendo en corto, para que Jordán pueda expresarse y Guridi pueda ejercer esa ocupación de espacios tan necesaria en ausencia de Kike García. Además, se sitúa en el los límites del entendimiento rival, permitiendo la existencia de rombos en el centro del campo, gracias a los que cobran aún más sentido las triangulaciones en la génesis en la jugada. El ex del Mirandés crea esa incertidumbre entre lateral y mediocentro y facilita las labores de arrastre, mientras Carlos Vicente litiga directamente con el lateral del lado contrario.
Tampoco es baladí la inclusión de Kike García en el once por encima de un delantero contrastado como Toni Martínez ante la necesidad imperativa de bregar directamente con los centrales, dando oxígeno al equipo en momentos comprometidos y creando un pasillo para que Guridi sea libre de abrir rápidamente a banda, creando superioridades en el último tercio.
Los buenos datos colectivos no le son esquivos al organigrama albiazul, pues son el equipo con mayor distancia recorrida en tiempo efectivo de toda la competición, lo cuál subraya la solidaridad y las coberturas totalmente necesarias en mediocampo y bandas.
