El 1 de mayo de 1960, un avión espía estadounidense que realizaba una misión secreta sobrevolando la extinta Unión Soviética, fue interceptado y derribado por el Ejército Rojo en los Urales. Ese avión había despegado de Pakistán para, cruzando espacio aéreo soviético, fotografiar bases de misiles, centrales nucleares y acumular información privilegiada sobre el armamento soviético en los albores de la Guerra Fría. Un año después, la RDA empezaría construir el Muro de Berlín.
Este avión, de haber completado su labor, hubiese aterrizado en la base militar que la OTAN tenía en la pequeña Bodo, al norte del círculo polar ártico. Este avión era el mítico U-2, hoy más conocido por el celebérrimo grupo irlandés, liderado por Bono. De Bono a Bodo solo hay una letra de diferencia. Y para cerrar el círculo, en Bodo se encuentra el Museo Noruego de la Aviación, donde se conserva parte de dicho avión. Todo se conecta.
Quizás hasta ayer este era el hecho por el que más se había oído hablar de Bodo. O quizás a los futboleros ya les iba sonando este equipo de esta remota y preciosa ciudad de poco más de 50 mil habitantes, enclavada dentro del círculo polar ártico, allí donde se acaba la red de ferrocarril en Noruega, más arriba, la nada. Un equipo de la zona media baja de la liga noruega, alejado de los focos de las urbes como Oslo, Molde o Stavanger, se empezaba a codear con los grandes de la mano de su entrenador milagro Kjetil Knutsen y encadenaba, tras ascender a primera en 2017, 4 de las últimas 5 ligas noruegas.
Este hecho y la creación de la Conference, le ha permitido foguearse en Europa donde hasta entonces había tenido participaciones anecdóticas a finales de los 70, con rivales de enjundia como Napoli o Inter.
Ya dio varios avisos y sustos, como en la Conference 21-22 cuando le metió 6-1 a la Roma de Mourinho, pero flaqueaba fuera de casa. Su coqueto estadio, el Aspmyra, con capacidad para 8 mil espectadores, de césped artificial y con calefacción incluida, puede invitar a pensar a encerronas, hielo y nieve, pero lo que más impresiona del Bodo, es su gusto por jugar al fútbol. Ataque, presión y trabajo en equipo. Todos los jugadores son escandinavos (todos noruegos menos 4 daneses) a excepción del portero, del que luego hablaremos …
Y este año llegó el milagro. En Europa League se metió en octavos ganando al Twente en el play-off , goleando 5-2 en a vuelta. A continuación, machada vs Olympiakos, actual campeón de la Conference, aguantando en El Pireo el 3-0 de la ida. Y en cuartos tocaba la Lazio, visita a la ciudad eterna. Exhibición vikinga en la ida aunque no reflejada en el resultado. “Solo” un 2-0 que antes del partido lo hubiesen firmado hasta los arenques del Puerto de Bodo, pero visto le partido se antojaba escaso botín.
Y ayer, en el Estadio Olímpico, donde si toda la población de Bodo hubiese acudido al partido, lo hubiesen llenado poco más de la mitad, tocaba sufrir. 32 disparos italianos, 11 de ellos a puerta, aunque lanzando los noruegos alguna contra peligrosa. Era cuestión de tiempo, pero el tiempo fue cruel, y no fue hasta el minuto 93 cuando Noslin empataba la eliminatoria. Locura en el estadio y caras de “que poco ha faltado” en los visitantes.
La prórroga cogía a los noruegos con la moral justa y faltos de gasolina y se confirmó en el 99, con el 3-0 lacial obra de Boulaye Dia. Parecía finiquitado. Tan cerca, tan lejos…
Pero estos chicos, acostumbrados a inviernos extremos, campos nevados, auroras boreales y hasta el sublime sol de medianoche que cada verano durante poco más de un mes, deleita a propios y extraños con 24h de sol, buscaron la gesta y en el minuto 109, Andreas Helmersen conectaba un cabezazo a centro de Määttä que silenciaba a los tifossi y mandaba el partido a los penaltis.
La tanda no pudo empezar peor para los chicos de Knudsen ya que su máxima estrella, Jens Hauge, el hijo pródigo que volvía a casa tras probar suerte en Milan, Eintracht y Gent, fallaba el primero. Además, Boulaye Dia marcaba para los romanos. Todo en contra. Pero, al igual que en Old Trafford la locura se apoderaba de la prórroga, en Roma, tierra pródiga en dioses y mitología, fue Tyr, dios nórdico de la justicia, el que quizás empujó para cambiar la historia para siempre. Mientras el Bodo marcaba los tres siguientes penaltis, la Lazio fallaba dos….
Patrick Berg, la otra estrella del equipo, histórico capitán que solo dejó el club para probar suerte un año en Lens, tenía en sus botas sellar el pase a semis. Pero quizás poseído por el espíritu de Roberto Baggio en USA 94 lanzó el balón buscando la escuadra demasiado alto.
Quedaba el último penalti local, iba el Taty Castellano, autor del 1-0 de sublime taconazo. Bajo palos, el único no nórdico de la plantilla. Un rara avis, ruso, Nikita Khaikin, a su 29 años lleva desde 2018 en Bodo, con una fallida prueba en el Bristol City, se coronaba como héroe eterno parando el quinto penalti y enviando al Bodo a semis de la Europa League. Primer equipo noruego en llegar tan lejos en Europa. Un equipo del norte, un equipo ártico. Fantasía.
Los rusos derribaron en 1960 al U-2 que hoy descansa en Bodo. Y en 2025, un ruso ha derribado la barrera de los cuartos de final para el fútbol noruego.
Hoy Bodo/Glimt brilla más que nunca (Glimt significa rayo o destello) Espera el Tottenham en semis. El sueño del sol de medianoche no tiene fin. Su fútbol descaradamente ofensivo tampoco. Tyr sonríe, Bodo sueña. La rebelión vikinga reina en Europa.
