Amparado por los jamases y encuadrado en el olimpo de las expectativas de propios y extraños, Joaquín Panichelli se postra rutilante ante lo que se postula como su temporada de consagración. El taxativo paralelismo entre su explosión incipiente y la teoría de la relatividad de Albert Einstein, se fundamenta en que tanto el tiempo como el espacio son relativos al vulgar ojo humano. El Deportivo Alavés ya se frota las manos ante la génesis de un delantero tremendamente concordante con el estilo consustancial a los vitorianos. El ex de la cantera de River muta a pasos agigantados, y pasa a ser una realidad en Miranda de Ebro.

La influencia de Joaquín en la idiosincrasia del Mirandés
El espigado y procaz delantero, cedido por el Deportivo Alavés, ha encontrado en Alessio Lisci su gran talismán. En un Mirandés con una idiosincrasia tan solidaria y agresiva y con una innumerable nómina de cedidos, ha conseguido emerger como pocos.
No es una sorpresa ver a los equipos de Lisci venerar formaciones con 3 defensas, pero sí practicar esas variantes en cuanto a coberturas se refiere. Ahí es donde defensas centrales como Víctor Parada (lateral reconvertido) y Tomeo son la linterna en la más asoladora oscuridad. Son ellos los que buscan diagonales en salida de balón (sin vilipendiar a sus mediocentros) y permiten A Reina ser un verso libre en ese espacio entre el lateral y el central de ese mismo lado.
Gorrotxategi es el sostén en la medular, con escasos apoyos de Lachuer en un juego extremadamente vertical. Mientras Hugo Rincón y Julio Alonso adoptan posiciones exponencialmente adelantadas y se cierran en caso de tener el balón Reina para atraer jugadores, Jon no solo nivela, sino que es la catástasis de toda jugada rival. Apoya las salida de tres y pivota para generar espacios a los lados y aperturas a banda.
Ahí es donde Joaquín entra en escena. No sólo es valioso en el juego aéreo, sino a la hora de pivotar y encontrar esos pasillos libres a la hora de romper el mediocampo rival. Éstos, naturalmente, son movimientos absolutamente mecanizados por Alessio Lisci, quien ha conseguido que muestre algo de lo que adolecía en Vitoria: determinación en el desmarque. El binomio Izeta – Panichelli se retroalimenta, ergo, maneja la generación de espacios tras pivotar (o bien la ocupación de los mismos) a la mil maravillas. Los movimientos de arrastre sin balón de Izeta permiten una mayor sincronía si cabe. El juego aéreo y toda jugada ensayada son inexorablemente la especialidad del delantero argentino.

Un idilio en la delantera
Muchos delanteros residentes en el olimpo del balompié español han visto como su progreso gradual ha acabado por ser exponencial en Anduva. Podríamos recurrir a lo místico, quizá a lo esotérico, pero la realidad impepinable de su aportación inestimable es más que latente. La política de fichajes tan diametralmente volátil venerada en la disciplina burgalesa supone una moneda al aire, pero nunca fue tan rica en rendimiento. Es el caso de jugadores como Carlos Martín, Marcos André, Roberto López o Raúl García de Haro.
Vestigios de aquella semifinal de Copa del Rey de hace 5 años aún campean en las calles de Miranda de Ebro. El presupuesto irrisorio de la entidad diezmaba el proyecto deportivo de un organigrama abocado al descenso. Andoni Iraola, inexperto, sacó su versión más empírica para salvar holgadamente al equipo, sin dejar de lado el torneo del KO. El VAR, aún en periodo de prueba, desniveló un luminoso ante la atenta mirada desde el banquillo de jugadores como Jon Guridi, Marcos André y Íñigo Vicente. Un gol de Antonio Sánchez fue la epítasis de una historia sin final aparente.
Estadísticas tan marcianescas como los 15 goles del alavesista Carlos Martín o los 19 goles y 8 asistencias de Raúl García son el testamento perfecto para que Joaquín Panichelli pueda recoger el testigo y cumplir su voluntad: resumir con la dinastía de delanteros del CD Mirandés.